GENEALOGÍAS DE LO LOCAL. Ilán Semo
Lo global se estrecha.
¿Qué es hoy día un paraje? Un paraje, una cuadra, la calle en que
crecí, la esquina que veo desde la ventana, el edificio de enfrente que
se ha robado el cielo son la deriva de una historia subterránea: una
historia de obliteración, de sentidos que se contraponen, de
enmudecimientos y confrontaciones de una extraña violencia.
Hay un pasado que las maquinarias de la innovación –el vértigo sobre
el que descansa el poder– quieren hacernos olvidar: que las ciudades
perdidas devastaron al campo, que las
colonias bienconfinaron a las ciudades perdidas y que la ciudad tumultuosa, ensordecedora, ha devorado todo. El paisaje urbano que recorremos a grandes velocidades o caminando presurosamente, absortos en las multitudes del Metro o ensimismados en las peseras, guarda la semejanza con un espectáculo irreal porque en él se ha evaporado la vida, y ya nada en él parece dar vida. La ciudad ha devenido un laberinto de desiertos y monólogos, islas de monólogos sin eco (como en el poema de Gorostiza), trazadas por la cotidiana prisa de quienes huyen a sus casas.
¿Qué ha sido de lo público?
¿Quién podría, con excepción de algún turista, pasear por las calles
de la ciudad sin sucumbir a la sensación de que una violencia acecha? Lo
público es hoy un espectáculo cuadriculado, vigilado, construido para
ser exhibido y no apropiado. Lo público ha devenido parte de la
decoración de los malls, de los nuevos edificios de gobierno
que se antojan como fortalezas medievales o búnkers antiaéreos, un lugar
donde los únicos que se pasean por sus fríos espacios son los
vigilantes, que a su vez son vigilados por las cámaras de otros
vigilantes.
No es inexplicable que los paisajes virtuales sean hoy mucho más
amables. El iPad, la lap top, la televisión, los audífonos que clausuran
a los oídos en sí mismos, representan el sistema de una nueva
intimidad. Una intimidad de la absorción, de la clausura de las
relaciones que nos entrecruzan con los otros. Un sistema basado en la
diseminación del concepto esencial del idiota moderno: aquel que no
tiene otro remedio más que resignarse a que el pensamiento y la vida
sean considerados como unidades privadas.
Lo local se encuentra hoy en ese sistema de ensimismamiento de la
pantalla digital, de la navegación por el Internet, donde los posibles
jamás devienen reales, donde la televida ha desplazado a la vida, donde
todo es concebible menos actuar. Y es ahí también donde lo local se
encuentra con lo global.
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