BIENVENIDOS A DISIENTO. EL BLOG DE DAMIAN MONTAÑO

Algo hay de soberbia al tener un blog, es un espacio de exhibición personal abierto a todo mundo. Cierto, y no lo niego. Pero es, a la vez, una posibilidad de expresar ideas, generar debate y reflexión acerca de temas que muchas veces no son abordados como debiera ser (aunque no creo que aquí se pueda en su totalidad) y esta es mi intención.
Espero que a partir de estas lecturas podamos salir, liberarnos, de la enajenación tan en boga, del materialismo, del consumismo, de la virginidad neuronal y podamos ver el otro lado de algunas cosas que consideramos tan normales o que vemos sólo por encimita. En el último de los casos, me conformo con que sea un lugar pa'l chismorreo rico, del que te dan ganas de seguir en él.
Espero que lo disfruten y cooperen haciendo críticas, aportando datos, discrepando. De hecho, de ahí viene el nombre: DISIENTO, no estoy de acuerdo, pero refuto, cuestiono, pienso.
Ojalá y el objetivo se cumpla.

sábado, noviembre 18, 2006

LA VENDEDORA DE CERILLOS

“Cuando no se ama demasiado
No se ama lo suficiente”
Blas Pascal

Alguna vez Hans Christian Andersen escribió un cuento muy triste (al menos para mi) que me gusta mucho, pero pocas veces lo cuento (es una cuestión de proyecciones). La historia es de una niña pobre que vive en alguna ciudad de esas donde el invierno es con nieve. Es una niña que se dedica a vender cerrillos para poder sobrevivir. Vivía con su abuela pero ella acababa de morir; la niña se encontraba en una calle vendiendo sus cerrillos, sin embargo nadie le ponía atención pues todos estaban preocupados por concluir sus compras para la cena de navidad pues era el 24 de diciembre. Las horas pasaron, la noche seguía avanzando, no vendía nada, tenía hambre y frío; se acurrucó en un rincón y prendió un cerillo, al ver la luz alcanzó a ver una escena donde estaba una familia en un hogar acogedor disfrutando de una cena, deliciosa y abundante. Sin embargo, el cerillo se apagó. Con rapidez la niña encendió otro cerillo, en esta ocasión vio a su abuela, quiso platicar con ella pero el cerillo se apagó. Tan rápido como pudo encendió otro, volvió a aparecer otra hermosa escena, pero el cerillo se apagó, así, conforme encendía un cerillo, ella se llenaba de angustia cuando este se apagaba, no deseaba que se apagaran pues dejaría de ver lo que ante sus ojos aparecía, y así hasta que finalmente los cerillos se acabaron. Al otro día, por la mañana, encontraron que la niña había muerto de frío, y a sus pies un montón de cerillos consumidos.
Anoche mi cerillo se apagó…… lamentablemente no sé si aún me quedan más. Sólo desearía, igual que esa niña, poderme dormir y no despertar.

No hay comentarios.: