Dedicarse a la docencia, dicen algunos, es un trabajo
ingrato. Y se entiende que lo digan. Veamos por qué.
1.- La paga no
es la mejor.
Y si la comparamos con Finlandia, bueno ¡ni qué decir!,
2.- Implica
trabajar horas extraclase. Entre preparar las clases –por aquello de las barbaridades que hay
que evitar decir y centrarse en lo importante del tema- y calificar tareas se
te va la vida,
3.- Te ves
obligado a estar siempre actualizado (siempre y cuando quieras tener información fresca
para compartir, por lo que hay que estar leyendo siempre, buscando materiales
complementarios y comprando libros –de los que a veces sólo terminas por recuperar
un capítulo).
4.- Además, hay que lidiar con la enorme dificultad de conseguir que los alumnos se enamoren del
conocimiento, del deseo de aprender y se atrevan a desarrollar sus propias
herramientas y habilidades para que en el futuro logren ser mejores personas
(aquí hay otro problema, tal vez el mayor, pues bien lo decía alguien –creo que
el actual rector de la UACM-, el objetivo de estudiar es aprender a ser mejor
persona, no tanto para ganar dinero) situación que muchas veces termina por
hacer sentir que uno se dedica a “arar en el mar”.
Este último punto, considero que es donde más se
experimentan frustraciones de manera recurrente. Hay que lidiar con chicos que
estudian sólo porque creen que el papel les va a dar a ganar carretadas de
dinero (lamento decirles que fuera de la política y los altos puestos en la
iniciativa privada, eso es una mentira en este país), otros lo hacen sólo por
concederle el deseo a los papás (y acá he visto que hay quien estudia
determinada licenciatura porque eso es lo que quieren los papás) y otros más
porque desean seguir siendo “becados” (léase mantenidos) por sus papás. Además,
hay un montón de materias a las que los chicos les ponen “pero”. Que sí es
historia es muy aburrida, que si es español son muchas reglas, que si son matemáticas
que es muy difícil… y así nos la llevamos con todas las materias. Bueno, esto
ocurre incluso en la universidad, donde SE SUPONE ya estás ahí por decisión,
por convicción, y sabes que eso es lo que te gusta para realizar toda tu vida.
Sumando todo lo anterior tenemos un panorama no muy
grato. Y sin embargo sigue habiendo quien se dedica a la docencia ¡VAYA GUSTO
DE LA GENTE POR COMPLICARSE LA EXISTENCIA!
Yo formo parte de esos que se la complican. Ya saben,
puro amor a la mala vida.
Llevo escasos 12 añitos en esto. Me ha tocado
hacerlo en diferentes instituciones (algunas públicas, algunas privadas), y me
ha tocado pasar por lo que les decía renglones arriba. Pero más que despotricar
en contra de la docencia (aunque creo que ya lo hice), lo que quiero compartirles
hoy es lo contrario.
Me siento orgulloso de lo que me tocó ver en este
año que se acaba. En enero llegué a un grupo (uno más, si ustedes quieren) en
la sede de la cuenca-UAEM, en Mazatepec. Me tocaba impartir la materia de
teorías psicosociales del conflicto y, como en ocasiones anteriores, me tocó
ver con tristeza los rezagos académicos que presentaban prácticamente la
mayoría: problemas de redacción, dificultades para organizar y expresar sus
ideas, mala ortografía, sin gusto excesivo por la lectura (y si es por saber
qué pasa en el mundo, ni digamos). ¡Cuando les revisaba sus trabajos hasta
corajes hacía! Aun así, les hice saber que les iba yo a exigir tanto como
pudiera, considerando que ya están en la universidad. Recuerdo la cara que
ponían cuando les regresaba sus trabajos, les hacía subrayados, les cuestionaba
lo que decían… ¡creo que por dentro hasta me la mentaban! (pero dice la sabiduría
popular “en caso de mentada, uso mamá prestada”). El caso es que no aflojé el
paso, pues en ese sentido soy un iluso que cree que sí pueden desarrollar sus
habilidades. En agosto me tocó tenerlos otra vez, ahora en psicosociología del
trabajo…
¿Y qué creen que pasó? Pues gracias al trabajo
conjunto que varios compañeros han realizado con ellos (menciono a algunos de
los que sé que han tenido ese papel importante: Alba de Mata, Monserrat Toledo,
Yazmin Morales, Rocío Frías, entre otros) ayer jueves fui testigo de algo que
pocas veces he visto: EL ENORME CRECIMIENTO QUE UN GRUPO COMPLETO HA TENIDO.
La verdad sentí una alegría enorme al ver cómo han
crecido en tan poco tiempo. El empeño que le pusieron a sus trabajos finales,
que implicaba hacer una investigación en sus escenarios de prácticas, me
permitió ver que lograron apasionarse, ya de perdis encontrarle el gusto a sus
prácticas, a la lectura y a la metodología de la investigación. Pero, además,
porque en las últimas semanas (y gracias a que mis compañeros antes mencionados
y yo hemos elegido dedicarnos a lo académico y no a lo político) estos jóvenes
han demostrado un valor por defender lo que consideran justo y porque, además,
creo que simplemente están pidiendo recibir lo que ellos se merecen. Pero han
aprendido a hacerlo. Han aprendido a no ser viscerales, atrabancados, y han
aprendido a argumentar sus ideas, sus posturas y lo más importante ¡HAN
APRENDIDO A SER VALIENTES!
Me faltan palabras para decir el gusto que ha sido
estar ahí, durante estos dos cortos semestres, pero deseo compartirles a
ustedes, mis tres lectores, este enorme gusto, este orgullo de ver crecer a un
grupo completo (porque lo habitual es que sólo veamos a algunos miembros del
grupo tener este crecimiento). Nunca he tenido grupos favoritos o consentidos,
soy muy mula. Y este no será la excepción. Pero sí puedo decir que es el grupo
más especial que hasta el día de hoy he tenido. Los voy a extrañar.
Y si alguna vez se topan con ellos en el trabajo,
tengan la seguridad de que tendrán a gente comprometida, con pasión, con la que
valdrá la pena trabajar.
1 comentario:
Gracias Damián X tus palabras, qué te puedo decir? Sólo que es un gusto y orgullo, saber y ver que la semilla en conjunto se sembró es verdaderamente extraordinario ver sus primeros retoños, pa, lante que para atrás, ni para echar vuelo... T q m. , será un privilegio seguir siendo amiga y hermanxs de la vida!
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